Me doy cuenta de que en Azteca todo es “La mujer de Judas”, “La mujer de Judas” y “La mujer de Judas”.
Es el típico modelo de producción, promoción y programación que usted y yo hemos comentado en otras ocasiones.
¿Pero qué pasa con “Cielo rojo”? Se me hace muy injusto que, a raíz del próximo lanzamiento de “La mujer de Judas”, “Cielo rojo” deje de existir.
“Cielo rojo” es una de las mejores telenovelas que Azteca 13 ha tenido en años, es uno de los pocos melodramas seriados de Azteca Novelas que ha tenido una estructura ascendente.
Esto es como un milagro, algo que se tiene que festejar. A ver, ¿cuándo fue la última vez que usted esperó con ansias el final de una telenovela de la televisora del Ajusco?
¿Ahora entiende la gravedad de lo que está pasando? Azteca debería hacerle como Televisa que, de la misma manera que se pone a anunciar sus lanzamientos, anuncia los finales de sus melodramas.
Y es lógico. ¿Cómo quiere Azteca Novelas comenzar un nuevo título con el pie derecho si no hubo gente que se quedó mirando lo que acaba de terminar exactamente en ese mismo horario?
Es como partir de cero todo el tiempo cuando sus programadores, al igual que los ejecutivos de El Canal de las Estrellas, podrían amarrar un éxito después de otro.
Acuérdese, el negocio de las telenovelas es de hábitos y costumbres. Sería muy lindo que “La mujer de Judas”, antes de entrar al aire, recibiera formalmente la estafeta de “Cielo rojo”.
Sería muy padre, que también a todas las personas que están involucradas en ese proyecto les fuera bien.
Y es que a “Cielo rojo” le ha ido de maravilla. No sé usted pero yo la gozo como perro enfermo. Se me hace una de las experiencias más entretenidas de la temporada. La amo y la admiro.
Sí, a lo mejor usted se está preguntando: ¿Cómo es posible que este tipo diga que ama una telenovela? ¿Cómo es posible que la admire? ¿Qué se le puede admirar a “Cielo rojo”?
La amo porque todavía hay elementos en las telenovelas nacionales que vale la pena amar y muchos de esos elementos están ahí, en esa producción asesorada por Elisa Salinas.
¿Cómo cuáles? Como el amor más básico y el más barroco, como la marcadísima presencia de un bien, muy intenso, y de un mal que es igual o peor.
Pero también están el suspenso y el humor, un reparto con gente buena de todas las edades y hasta de todos los colores, una canción pegajosísima y un derroche de creatividad hasta a la hora de la comercialización.
¿Y la admiración? ¿Qué tiene de admirable esta telenovela? Que, honestamente, en términos literarios es una revolución dentro de los lineamiento de este formato y de este género tan específico.
Nada que ver entre “Cielo rojo” y las tradicionales telenovelas mexicanas, nada que ver con los lugares comunes de Azteca Novelas.
Aquí, antes que cualquier otra cosa, hay mucha diversión. A esos pobres personajes les ha pasado prácticamente todo lo que le podría pasar a un ser humano.
Por esa historia hemos ido del incesto a los acostones de una señora madura con un muchachito y de la homosexualidad a la drogadicción sin perder, ni por un instante, el sentido del entretenimiento.
Las escenas han sido cortas y han fluido, y sí han llamado nuestra atención, sí nos han dejado picados.
“Cielo rojo” es como un buen chisme. Está caliente y los personajes usan unas palabras durísimas, chistosísimas, y las mujeres, de manera particular, se “perrean” que da gusto verlas.
Yo me río como estúpido porque no hay manera de atinarle a la próxima ocurrencia que vamos a ver en pantalla. Y si no es “la cosa mala” son las agresiones directas, los golpes o las cachetadas. Me encanta.
Qué valor el del escritor Eric Vonn cuando recibió la propuesta de hacer la adaptación de una historia sudamericana y en lugar de eso, creó una cosa completamente diferente más o menos como ya lo había hecho en los años 80 con “Mi segunda madre”.
¡Qué valor!, insisto, porque se la jugó, se jugó la reacción de los ejecutivos de Azteca y se jugó la chamba, pero al final se impuso la creatividad y aquello salió fabuloso.
La más feliz debe ser Edith González. Valió la pena cambiar de televisora. Esta historia ha sido como un torbellino y le ha permitido hacer de todo y crear como solamente han hecho y han creado las más grandes luminarias de la televisión latinoamericana.
Ojo, hay muchas maneras de hacer telenovelas, desde las exquisiteces de Argos-Cadenatres hasta las propuestas más tradicionales como las de Televisa en casos concretos como el de “La que no podía amar”, pero “Cielo rojo” se cuece aparte.
Por eso me afecta que Azteca no nos invite a ver su desenlace con el mismo entusiasmo con el que nos invita a ver el lanzamiento de “La mujer de Judas”.
Aquí hay un antes y un después, el regreso a la cordura, un espectáculo que vale la pena sintonizar. ¿A poco no?
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